"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio". Así termina un libro maravilloso de Ítalo Calvino llamado Las ciudades invisibles. De esto se trata, precisamente, pensar históricamente: de aprender a reconocer.

sábado, 20 de agosto de 2011

La forma de la nieve

Srulek se acercó un día a un ciego y se sentó a su lado. El ciego le preguntó:
-Srulek, dime, ¿cómo es la nieve?
-Es blanca- contestó Srulek.
-Ah - dijo el ciego.
Un momento más tarde volvió a preguntar:
-Pero, ¿cómo es blanca?
-Blanca- dijo Srulek buscando las palabras-, blanca, como la leche.
-Ah- dijo el ciego. Y un momento más tarde pregunto:
-¿Cómo es la leche?
-La leche -dijo Srulek- es como esos pájaros que están en los ríos, ya sabes, los cisnes...
-Ah - dijo el ciego.
Y un momento más tarde le preguntó a Srulek:
-Dime, Srulek, ¿cómo es un cisne?
-Pues es un pájaro grande, con largas alas, un cuello muy largo y curvo, y un pico así...
Srulek alargó el brazo y con el puño imitó al pico del cisne. El ciego alargó la mano y acarició, lenta y cuidadosamente, el brazo y la mano de Srulek, y entonces dijo sonriendo:
-Ah, sí, ahora veo cómo es la nieve...

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